Casi todas las muertes actuales por COVID-19 en Estados Unidos fueron de personas que no estaban vacunadas, una demostración tajante de cuán efectivas han sido las inyecciones y una indicación de que las muertes por día, ahora por debajo de las 300 en el país, podrían ser prácticamente cero si todos los elegibles fueran inoculados.
Un análisis de The Associated Press de los datos gubernamentales disponibles de mayo muestra que las infecciones “emergentes” entre las personas totalmente vacunadas representaron menos de 1,200 de las más de 107,000 hospitalizaciones por COVID-19. Esa cifra es aproximadamente un 1.1%.
Sólo alrededor de 150 de las más de 18.000 muertes por COVID-19 registradas en mayo ocurrieron en personas completamente vacunadas. Eso significa aproximadamente un 0.8%, o un promedio de cinco muertes por día.
La AP analizó las cifras proporcionadas por los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC por sus siglas en inglés). Los propios CDC no han calculado qué porcentaje de hospitalizaciones y muertes ocurren en personas completamente vacunadas, argumentando que hay limitaciones en los datos.
Entre las hospitalizaciones y muertes, sólo alrededor de 45 estados reportan las cifras de las llamadas infecciones posvacuna, y algunos han hecho más esfuerzos que otros en la búsqueda de tales casos. De tal manera, los datos probablemente subestiman tales infecciones, agregaron las autoridades de los CDC.
Aun así, la tendencia general que muestran los datos refleja lo que muchas autoridades de atención médica están viendo en todo el país y lo que dicen los principales expertos.
A principios de mes, Andy Slavitt, exasesor del gobierno de Joe Biden sobre COVID-19, indicó que entre el 98 % y el 99 % de los estadounidenses que mueren por el coronavirus no están vacunados.
Asimismo, la directora de los CDC, la doctora Rochelle Walensky, dijo el martes que la vacuna es tan efectiva que “casi todas las muertes por COVID-19, especialmente entre los adultos, son totalmente prevenibles en este momento”. Walensky calificó esas muertes de “particularmente trágicas”.
Ross Bagne, un pequeño empresario de 68 años en Cheyenne, Wyoming, era elegible para recibir la vacuna desde principios de febrero, pero nunca se la aplicó. Murió el 4 de junio, infectado y sin vacunar, después de pasar más de tres semanas en el hospital, con los pulmones llenos de líquido. No pudo tragar debido a un derrame cerebral.
“Nunca salió de casa, así que pensó que no se infectaría”, dijo su hermana, Karen McKnight. ”¿Por qué correr el riesgo de no vacunarse?”, se preguntó.