Barrio chino: Cultura y color

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El Barrio Chino dominicano de hoy es otro. Aunque se ha renovado y remozado, sus comerciantes son los mismos: Los inmigrantes cantoneses y de otras regiones que fueron llegando al país escapados de la Guerra Civil en China. Ellos comenzaron a aglutinarse en el hoy conocido como pequeño Haití, en la calle Benito, y, poco a poco, se fueron extendiendo hasta llegar a la zona que hoy se identifica.

Son chinos de corazón, independientemente de sus banderas políticas. Allí brilla el comercio sano entre comerciantes dominicanos y clientes de múltiples países que van en busca de producciones asiáticas, tanto agrícolas como industriales.

Los domingos, resalta el comercio al aire libre. En sus aceras, los mercaderes asiáticos exponen especies agrícolas producidas en el país.

El buen trato, la esmerada educación y la calidad de la oferta sobresale en esos hombres y mujeres que han encontrado en la República Dominicana, una segunda patria para dar a conocer la dignidad y laboriosidad que los caracteriza.

Como al que madruga Dios le ayuda, a las 7 de la mañana de cada domingo se inicia el conocido y ya famoso Mercado del Barrio chino.

La gente acude en busca de frutas y vegetales. La mayor cosecha agrícola pertenece a los asentamientos orientales en los campos de La Vega, donde se concentra una gran parte de la emigración oriental. También se abarrotan las panaderías chinas y supermercados en busca de esos productos que no aparecen en los grandes almacenes del país.

A medida de que el paso del tiempo avanza se nota la convivencia entre dominicanos y chinos, estos últimos siendo quienes ofertan sus mejores productos para el consumo del público.

La mezcla de dos culturas totalmente opuestas trae consigo choques pero también fusiones. Es una muestra de color donde el rojo y amarillo predominan no solo en las gentes, sino también en las paredes y afiches. Con sus distintivos dragones y serpientes erigidos como esculturas, y sus globos de cantoya se anuncia la inconfundible presencia asiática.

Los comerciantes se colocan a orillas de las calles dentro de pequeñas casetas removibles, y allí se observan sus productos.

Allí se pueden encontrar dominicanos enfrascados en la famosa “cocina fusión”, donde mezclan lo mejor de cada cultura, desde el sushi de pollo teriyaki japonés con un nuevo toque chino, hasta carnes con salsa agridulce. Las tradiciones asiáticas, se han ido empoderando del gusto nacional.

Aunque el fuerte de la comida china es a base de caldos y pescado, en nuestro país se han establecido diferentes comercios, un ejemplo de esto son los famosos “Pica pollos chinos”, (muchos de ellos ya cualquierizados por comerciantes criollos sin experiencia), siendo de las actividades económicas más establecidas en los sectores populares.

Una de las fieles vendedoras de la localidad, Ana narró sus días en el mercado, ¨Yo le pago a alguien por este espacio, vendo jugos y ayudo de vez en cuando a mi compañera de al lado con sus mercancías.

Por su parte en un puesto de sushi, Carlos comienza su jornada bajando las cajas de un camión que guarda todos los elementos que necesita para darle el placer a los comensales.

¨Yo tengo 5 años trabajando aquí y siempre es bueno ver cómo la gente dice lo diferente de la calidad en comparación con otros sitios¨, declaró con una sonrisa y mientras hacía su trabajo.

Pero de lunes a sábado, la vida comercial en el Barrio Chino de Santo Domingo transcurre con una calma espantosa. Negocios ya establecidos se pueden encontrar con muy pocos clientes, mientras que otros cierran debido a las pocas ventas que generan. Por ejemplo, Lili quien tiene más de 20 años en su local de venta de porcelana, pulseras, ropa y otros accesorios, es muy famosa por sus pulseras para el amor y la suerte.

¨Las mujeres vienen mucho detrás de las pulseras porque les funcionan y saben que siempre estoy aquí; yo vendo mucho del amor y siempre les deseo que lo puedan encontrar, aunque en los días de semana llegan muy pocos clientes ¨, expresó.

Amabilidad, respeto y distinción son partes fundamentales para la realización próspera del espacio. Los dominianos tenemos la sensación de sentirnos turistas en nuestro propio entorno: La delicadeza y el buen trato marcan la diferencia y se hace sentir como en casa.

El sitio es resguardado por militares que hacen sus rondas por las calles para evitar que los ladrones hagan zafra; otros militares se mantienen fijos en las esquinas. Hoy por hoy, en el Barrio Chino se puede transitar en paz y tranquilidad tanto por nuestras gentes como por un gran flujo de turistas como son bolivianos, peruanos, coreanos y estadounidenses, entre otros tantos, que se deleitan con la zona.