Las tasas de supervivencia tras un trasplante de corazón no se ven afectadas si el donante del órgano había consumido drogas ilegales o había muerto por sobredosis, un hecho que puede aumentar la disponibilidad de corazones, según dos nuevos estudios de investigación no relacionados entre sí que se publican en dos de las revistas científicas de la American Heart Association.
Datos que se dieron a conocer en 2019 no encontraron «ningún inconveniente» en el trasplante de corazones de personas que habían consumido drogas ilícitas, y la práctica se ha convertido en una rutina, según el doctor Howard Eisen, presidente del Comité de Insuficiencia Cardíaca y Trasplantes del Consejo de Cardiología Clínica de la Asociación Americana del Corazón, que no participó en ninguno de los dos estudios.
«Esta investigación confirma los datos anteriores de que estos corazones, que antes se consideraban de alto riesgo, son seguros -señala Eisen–. Estos hallazgos deberían animar a las instituciones que no utilizan habitualmente corazones procedentes de consumidores de drogas a hacerlo. Se reducirá el tiempo de espera y el número de muertes entre las personas en la lista de espera de trasplantes de corazón».
El primer estudio revisa datos de 2007 a 2017 y se publica en ‘Circulation: Heart Failure’, una revista de la Asociación Americana del Corazón.
La epidemia de opioides en Estados Unidos ha provocado un aumento de las posibles donaciones de corazón pero muchos de estos corazones no se utilizan debido a la preocupación de que el consumo de drogas ilícitas del donante pueda disminuir las posibilidades de supervivencia de los receptores de trasplantes cardíacos, ha explicado el autor principal del estudio, el doctor David A. Baran, director del sistema de insuficiencia cardíaca avanzada y trasplantes del Sentara Heart Hospital de Norfolk.
En el mayor estudio realizado hasta la fecha sobre el consumo de drogas ilegales por parte de los donantes de trasplantes de corazón, y el único análisis que examina los datos toxicológicos de los donantes obtenidos en el momento del ingreso hospitalario, Baran y sus colegas revisaron la información nacional de la base de datos de la Red Unida para la Compartición de Órganos (UNOS).
Consideraron el uso de drogas ilícitas de los donantes en una comparación de la supervivencia después del trasplante de corazón para más de 23.000 adultos, receptores de trasplantes de corazón entre el 1 de enero de 2007 y el 31 de diciembre de 2017. La UNOS mantiene un registro de toda la actividad de trasplante de órganos en los Estados Unidos y documenta la información sobre los donantes y los receptores, incluido el consumo de drogas ilícitas de los donantes de órganos.
En este análisis, la edad media de los donantes de corazón era de 32 años, y la edad media de los receptores de trasplantes de corazón era de 53 años.
A partir de la información obtenida en los análisis de orina del hospital antes de que los donantes fallecieran, los investigadores identificaron el tipo y el número de drogas ilícitas que habían consumido los donantes, como opioides, cocaína, metanfetamina, alcohol, marihuana, barbitúricos, anfetaminas, fenciclidina (PCP) y otras. Los investigadores observaron que el consumo de alcohol pareció disminuir durante la década del periodo de análisis, mientras que el consumo de todas las demás drogas aumentó.
Baran y sus colegas descubrieron que el porcentaje de receptores de trasplantes que sobrevivieron era comparable entre los receptores de trasplantes que recibieron un corazón de un donante que consumía alguna droga ilícita y aquellos cuyos donantes no consumían drogas.
Por ejemplo, el porcentaje de pacientes supervivientes de trasplantes de corazón cuyos donantes consumían opiáceos y aquellos cuyos donantes no los consumían era de alrededor del 90% al cabo de un año; de alrededor del 77% a los cinco años y de aproximadamente el 60% a los 10 años. Los resultados fueron comparables para otros tipos de drogas ilegales, incluso entre los donantes de corazón que dieron positivo por múltiples -cinco o más- drogas ilícitas.
«Pensábamos que drogas ilícitas como la cocaína o la metanfetamina, que pueden provocar infartos, resultarían peligrosas –apunta Baran–. Sin embargo, nos equivocamos. No debemos rechazar el corazón de un donante sólo porque haya consumido una o varias drogas ilícitas».
El segundo estudio comparó los datos de 2003-2007 con los de 2013-2017 y se publica en ‘Journal of the American Heart Association’, una revista de acceso abierto de la Asociación Americana del Corazón.
Los investigadores de Wisconsin sugieren que una mayor aceptación de los corazones de donantes que murieron debido a una sobredosis de drogas o de donantes que tenían hepatitis C podría aliviar la tensión en la lista de espera actual para un trasplante de corazón.
«Esperamos que los pacientes que esperan un trasplante se animen a aceptar corazones de donantes con hepatitis C o fallecidos por sobredosis, si el equipo médico considera que el corazón del donante es adecuado», afirma el autor principal del estudio, el doctor Ravi Dhingra, director médico del programa de insuficiencia cardiaca y trasplantes y profesor asociado de medicina de la Universidad de Wisconsin-Madison.
Dhingra y sus colegas estudiaron si el grupo de donantes debía incluir a personas que hubieran muerto por sobredosis de drogas o que tuvieran hepatitis C. Dado que la infección puede tratarse con la llegada de nuevos medicamentos antivirales de acción directa, la hepatitis C es mucho más manejable, lo que ha provocado un aumento de la disponibilidad de órganos procedentes de donantes que tenían hepatitis C.
Señalan que los médicos están obligados a obtener consentimientos separados de los pacientes con respecto a la aceptación de órganos de donantes con hepatitis C y la autorización previa de las compañías de seguros de salud para cubrir el costo de los medicamentos para la hepatitis C, si el receptor del trasplante lo necesita.
«Alrededor del 20% de los pacientes en la lista de espera de trasplantes de corazón mueren mientras esperan recibir un trasplante o se ponen demasiado enfermos para seguir siendo buenos candidatos al trasplante», añade Dhingra.
Los investigadores accedieron a la base de datos de la UNOS para comparar el número de corazones de donantes aceptados o rechazados para el trasplante desde 1995 hasta 2018. Compararon la supervivencia de los receptores de trasplantes de corazón de donantes que murieron por sobredosis de drogas o tenían hepatitis C con la supervivencia de los donantes que no habían muerto por sobredosis de drogas o tenían hepatitis C.
En comparación con los donantes de órganos cardíacos de 2003 a 2007, los donantes de 2013 a 2017 eran mayores, pesaban más, tenían más probabilidades de padecer hipertensión arterial y diabetes y de haber consumido drogas ilícitas, lo que aumenta el riesgo de hepatitis C. Sin embargo, en comparación con los de 2003 a 2007, el riesgo de muerte entre los receptores de trasplantes de 2013 a 2017 era un 15% menor un mes después del trasplante de corazón y un 21% menor un año después.
El estudio revisó los principales factores de riesgo adicionales entre los receptores de trasplantes que podrían haber afectado a la supervivencia tras el trasplante de corazón, aunque no pudo demostrar causa y efecto entre las características del donante o del receptor y la supervivencia tras el trasplante.