Muchas veces el adicto es el síntoma: por qué es importante incluir a la familia en el tratamiento de las adicciones

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El rol de la familia en el tratamiento de las adicciones ha sido entendido, tradicionalmente, como un rol de apoyo. Por un lado, los parientes del usuario de drogas brindan información sobre aspectos que el equipo terapéutico necesita para atenderlo y, por otro, reciben un reporte de su evolución.

Ahora, los especialistas en el manejo de adicciones adoptan un nuevo enfoque, en el que la familia y sus dinámicas cobran mayor relevancia tanto al momento de determinar el origen del trastorno como al momento de tratarlo.

La familia es un ente “totalmente importante” en la recuperación de una persona con un trastorno por uso de sustancias, afirma la psicóloga Dianne Bisonó, quien considera que “muchas veces el adicto es el síntoma de la familia”.

La presidente de Fundación Fénix, institución que trabaja en la prevención y tratamiento de esta problemática, dice que muchas personas desarrollan dependencia a sustancias o conductas debido a su incapacidad para manejar de forma asertiva emociones y sentimientos.

Cuando en la familia hay una persona con una adicción todo el sistema entra en un círculo vicioso y por eso, explica Bisonó, las probabilidades de éxito del tratamiento se elevan cuando la familia decide hacer “un cambio significativo en su vida”.

La mexicana Xochitl Mejía, psicóloga especialista en el manejo de adicciones y directora del Centro de Desarrollo Humano Tonalli, opina que los terapeutas y trabajadores sociales deben evitar dedicar las primeras entrevistas con la familia a hablar solo del paciente, y deben tomar en cuenta cómo la enfermedad impacta a cada miembro del sistema.

Dentro de cada hogar se identifican los factores de riesgo y los factores de protección frente a las adicciones, y durante la terapia conductual a la familia se la aborda igual que al paciente, con un plan de trabajo y unos objetivos terapéuticos específicos.

Factores de riesgo:

Consumo de drogas legales o ilegales entre otros miembros del hogar, falta de supervisión de los hijos por parte de los padres, situaciones de pérdida, dificultades para establecer vínculos y distintas formas de abuso se encuentran entre los factores de riesgo que conducen al uso de sustancias o a la adopción de hábitos compulsivos.

Es importante identificar cuáles de esos factores se hallan presentes en cada caso en particular, ya que la individualización aumenta la efectividad del tratamiento.

En caso de que existan otros consumidores de drogas, legales o ilegales, en el hogar, se desaconseja iniciar el proceso de rehabilitación de forma ambulatoria.

Mejía recomienda hacer un tratamiento residencial y encontrar luego las herramientas o estrategias para que el usuario en recuperación conviva con el consumidor de sustancias que comparte su mismo techo.

En unas ocasiones, el reto del terapeuta consistirá en generar en padres y tutores la conciencia de que deben acercarse más a sus hijos; en otras, el desafío será trabajar dificultades que, como la falta de comunicación o de reconocimiento, impiden a la familia establecer vínculos de confianza y apoyo mutuo.

Además, hay que detectar situaciones de violencia o de abuso sexual, pues la violencia, de acuerdo con Mejía, “está muy ligada” a “todas las facetas” de la adicción, pero muchas veces permanece oculta.